Charlie Churchill

REINO UNIDO

Crecer en los movidos años sesenta fue muy divertido: los Beatles, los Rolling Stones, la moda e Inglaterra ganando la Copa del Mundo de Fútbol en 1966. Sin embargo, también recuerdo vívidamente a mi padre lidiando con enormes agujas de jeringuilla y agonizando implacablemente por sus lecturas de glucosa en sangre todos los días después de las comidas. Tenía lo que en aquella época se llamaba "diabetes del azúcar".

La diabetes no podía pasarme a mí, ¿verdad? Al final, así fue. Tras la insistencia de mi madre, acabé haciéndome la prueba de la diabetes. No tenía ninguno de los síntomas más comunes: ni pérdida repentina de peso, ni sed excesiva, ni cansancio inexplicable, ni ganas frecuentes de ir al baño. Me encontraba perfectamente.

Sin embargo, en 1989 me diagnosticaron diabetes a los 34 años. Fue uno de esos momentos que te cambian la vida y que nunca olvidas. Desde entonces, el conocimiento, la educación y el autocontrol de la diabetes han evolucionado progresivamente a una velocidad cada vez mayor. Mi tratamiento inicial consistía en comprimidos con análisis ocasionales de glucosa en sangre. No había glucómetros digitales, sólo tiras reactivas con resultados de distintos colores. Quince años después, me recetaron varias inyecciones diarias de insulina para controlar mejor mi glucemia. Esto, y todo lo que vino con ello, supuso un cambio psicológico muy grande en mi vida. Aprender a vivir llevando constantemente encima una bolsa con plumas de insulina, agujas y un medidor de glucosa en sangre se convirtió en algo socialmente incómodo. La rutina de contar los carbohidratos de cada comida fue una intrusión real pero necesaria que tardé un tiempo en dominar. Sin embargo, con el tiempo me acostumbré a esta nueva forma de vida.

El tratamiento de la diabetes se ha hecho mucho más rápido y eficaz.

Hombre en su jardín podando un seto

Nunca me había dado cuenta de que había distintos tipos de diabetes hasta que empecé a colaborar como voluntaria con Diabetes UK hace unos años. Dado mi plan de control médico y de estilo de vida, no tengo diabetes de tipo 1 ni de tipo 2. Estoy en un punto intermedio. Me encuentro en un punto intermedio. Para mí, esto tiene una importancia menor en comparación con los continuos retos que supone gestionar mi diabetes a diario.

Tengo la gran suerte de disponer de muchos recursos para ayudarme y de contar con el apoyo y el aliento de muchos expertos de los servicios sanitarios de mi país. A la larga, sin embargo, todo depende de mí y de mi automotivación para afrontar los retos diarios. Al fin y al cabo, con diabetes no hay vacaciones.

Cuando se acude a una consulta con un profesional sanitario, sólo hay una cosa que toda persona con diabetes busca: salir de ella sintiéndose un poco más positiva para poder vivir con más confianza. Un poco más de confianza en uno mismo puede ayudar a todo el mundo a vivir un día mejor.

"Soy muy afortunada aquí en el Reino Unido por disponer de tantos recursos que me ayudan a vivir con mi diabetes".